lunes, 28 de junio de 2010

cold

Arrastrabas una sensación extraña desde que te habías levantado de la cama. Si siempre estabas atento a todo, ese día ni un solo detalle se te escapaba; pero percibirlos no te calmaba. Sentías como si alguien te estuviera respirando constantemente en la nuca, una fría brisa, que al mismo tiempo que te afinaba los sentidos te producía cierta paranoia.
Mientras bajabas por Bolívar pensabas que al sentarte con tus amigos y tomar algo de café te calmarías un poco, pero cuando doblaste en Cochabamba esa respiración fría se convirtió en una caricia helada, y no dejabas de mirar a tu alrededor mientras caminabas esas tres cuadras que te separaban del bar. Apuraste el paso a la par que todos tus sentidos buscaban algo que te llamara la atención. Algún rostro, alguna actitud, algún gesto que te indique qué estaba alterando tan agitadamente tu mundo.
Miraste tu reloj y comprobaste que eran las siete menos cinco antes de cruzar de vereda. Pese a que habían pasado sólo cinco minutos desde que habías doblado en Cochabamba, estabas agotado como si la caminata hubiese sido de varias horas. Sin embargo, tus sentidos seguían afilados y por eso te detuviste cuando viste a un tal Beltrán en la ventanilla de un Ford negro.
La primera bala te impactó en el medio de las cejas, tu cuerpo se desplomaba mientras el resto de los disparos te impactaban. Mientras la sangre enturbecía aún más el agua de la zanja, esa histérica brisa que sentiste todo el día en tu nuca se extendía por todo tu ser.